Printer Friendly Version Conferencia con motivo del cierre de la exposición "El rostro femenino de la Gran Guerra" en la Biblioteca Nacional de Argentina @ 17 September 2019 05:42 PM

 

Palabras de introducción y presentación de Su Excelencia la Sra. Embajadora Jela Bacovic

Ezequiel TOTI

Nacido en la Ciudad de Buenos Aires, ciudadano italiano y argentino, nieto de italianos y serbios.
Es Presidente de la Delegación Argentina de Rinnovamento nella Tradizione – Croce Reale desde 2010 y Vicario de la Presidencia Internacional desde 2017, en 2012 recibe de Su Alteza Real el príncipe Amadeo de Saboya Aosta el diploma de benemérito de la Real Casa de Saboya. Preside Pro-Tempore el comité de Bioética ‘’Charlie Gard’’ de su delegación y participa en el consejo de redacción del portal Traditio Magazine.
Prestó servicio a la Patria en la Policía Federal Argentina con el grado de Agente Federal en el área de emergencias con honores. Actualmente es estudiante de la Licenciatura en Psicología por la Universidad Católica Argentina cuyo centro de estudiantes ha presidido.
Ex investigador becario de la Universidad Tecnológica Nacional, Presidente Académico para la Argentina de la Academia San Faustino delegación ‘’Nicolao Toti’’, también de la Academia San Pietro, cuyo vicepresidente es el Archiduque Martín de Austria, y Vicario en Argentina del Sodalitium Internationale Pastor Angelicus, también es investigador de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Correspondiente de la Sociedad de Estudios San Gregorio Magno y de otras tantas instituciones.
Habla cinco idiomas con fluidez y ha publicado más de medio de centenar de artículos en Argentina, Italia y España.

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MENSAJE DE S.A.R EL PRINCIPE AMADEO DE SABOYA
AL ING. EZEQUIEL TOTI DE ‘’RINNOVAMENTO NELLA TRADIZIONE ARGENTINA’’

Estimado Toti,
los italianos en el extranjero no dejan jamás de sorprenderme. Aplaudo la iniciativa de recordar en Buenos Aires, en ocasión de la muestra dedicada a las damas en la Gran Guerra, los protagonistas de la Primera Guerra Mundial, también porque el relator es usted, descendiente de una familia que hace mas de un siglo emigro a la Argentina y hoy, desde aquella tierra lejana, continua en el obrar y sostener un patriotismo visceral para la Nación italiana y para la causa monárquica.
Con este evento Usted demuestra que tan importante es la Historia y la Cultura y sobre esto es que todos debemos hacer referencia para no ser estériles testimonios de un pasado que fue tragedia, pero también Gloria.
A Usted, al Embajador de Italia en la República Argentina Giuseppe Manzo, a la Señora Jela Bacovic Embajadora de la República Serbia en Argentina, a la Directora de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires Elsa Barber y a todos los convidados mi cordial y atento saludo.
Castiglion Fibocchi, 12 de septiembre de 2019
AMADEO DE SABOYA
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Buenas tardes a todos, agradezco su presencia a nombre de nuestros presidentes honorarios S.A.R la Princesa Isabella di Savoia Genova, S.A.I.R el Archiduque Maximiliano de Habsburgo-Lorena, el doctor Piero Carlo de Fabritiis, nuestro presidente internacional el Dr. Nucera Giampaolo, el Consejo Internacional Y el Consejo de la Delegación argentina ‘’Gral. Manuel Belgrano’’.
Dedico esta trabajo que no es de tipo académico pero si de una necesaria divulgación, a las mujeres de mi Familia (abuelas, madre, tías etc.) a mis antepasados mujeres que a diferencia de sus maridos no figuran en los libros de historia, a las que han pasado por mi vida dejando una huella en mi corazón y en especial a Su Alteza Real la Princesa Silvia de Saboya Aosta quien continua esta noble tradición de servir en la Cruz Roja.
Albert Schewizer decía sobre el humanitarismo que este consiste en no sacrificar jamás a un ser humano por un objeto, después de todo cuando hablamos de seres humanos lo hacemos con un respeto y dignidad en el trato, esa dignidad que es inherente a la persona humana, la cual puede razonar, decidir, amar, exigir respeto, y que es con frecuencia pisoteada victima de la cosificación, hoy más que nunca producto de la cultura del descarte.
Esta dignidad no tiene grados, nadie es más o menos digno de la vida, por su edad,  raza, sexo, estadio del desarrollo o creencia; es decir esta dignidad está en su esencia.
La persona humana es un microcosmos con características tales, (según el filosofo español Lain Entralgo) como la libertad y la responsabilidad entre otras.
San Juan Pablo II, al siglo Karol Wojtyla, define a la persona como un ‘’ centro de interioridad cognoscente y deseante que se autodetermina a sí mismo a vivir por un querer único que nada ni nadie puede sustituir’’.
Dentro de este marco de dignidad y respeto,  surge el humanitarismo que desde vertientes distintas como la caridad cristiana o la filosofía laica asisten al prójimo ante desastres naturales o provocados por la mano del hombre.
A lo largo de los años el humanitarismo seria esencial para la labor de personalidades tales como Florence Nightingale y Henry Dunant, en el caso de este último con la fundación de la Cruz Roja.
La gran guerra, hoy para los historiadores un evento diseñado con precisos fines geoestratégicos, logro involucrar  a tres imperios, entre ellos el Imperio Hasburgico último baluarte del Sacro Romano Imperio y por tanto ultima autoridad del continente sobre lo que otrora fuera la Christianitas, fundamento de la Europa y de su milenaria historia.
Tiempo atrás con meritos y deméritos (mas deméritos que meritos), la revolución francesa trajo consigo algunos falsos principios y valores que poco a poco llevaron a Europa a divisiones y conflictos civiles, de a poco exaltando al hombre de un modo cartesiano y poniéndolo en el centro de todo sin imaginar que ese camino de ida llevaría eventualmente a la búsqueda del super-hombre anhelado por los totalitarismos que seguirían a la Gran Guerra, y que vieron en la persona humana distintos niveles de humanidad y en algunos casos llegando a negarle esa dignidad a su prójimo.
En su ‘’Carta a los jefes de los pueblos beligerantes’’ fechada en 1 de agosto de 1917, el Papa Benedicto XV define a la gran guerra como ‘’una inútil matanza’’ y recientemente el Archiduque Martin de Austria-Este la definió como una inútil guerra civil europea, sobre este propósito quiero remarcar que si bien el ser humano es falible por definición, de sus fallas por graves que sean puede aprender y crecer.
Antes de adentrarnos en el rostro femenino de la Gran Guerra con dos destacadas figuras de la Casa Savoia, quiero hacer mención del aspecto militar del socorrismo y una figura que con gran profesionalidad se ha destacado en este ámbito, también perteneciente a la misma Dinastía.
Aquellos que hemos tenido el privilegio de prestar servicio a la Patria como uniformados en destinos de emergencias sabemos que este incluye protocolos y maniobras bien precisas, equipos interdisciplinarios con conocimiento de salud y de táctica militar o paramilitar.
Luigi Amedeo di Savoia, Duque de los Abruzzos, Almirante, explorador, geógrafo y alpinista; nace en Madrid el 29 de enero de 1873, tercer vástago de Amedeo di Savoia, para entonces Amadeo I de España y de su mujer Maria Vittoria dal Pozzo della Cisterna.
Durante la primer guerra mundial estuvo al comando de la flota aliada también llamada Fueras Navales Unidas bajo la enseña de la nave de batalla Conde de Cavour distinguiéndose en las tareas de organización y evacuación, más precisamente en el Mar Adriático, siendo su mayor logro el salvataje de la Armada Serbia que en 1915 se vio atrapada en medio de las armadas austriaca y búlgara, lo que dificultó sumado, a las condiciones ambientales, la retirada hacia las montañas del Adriático.
Logrando socorrer bajo el fuego austriaco a mas de 185.000 prófugos civiles y militares serbios de la  costa albana, (de los cuales 115.000 fueron producto de la flota italiana exclusivamente) demostró su alto ingenio y capacidades estratégicas hasta el momento en que saboteadores destruyeron dos de sus naves en puertos italianos y el crucero Regina Margherita dejando el puerto con clima tormentoso.
Luego de nombrarse Comisiones para investigar las perdidas y pese a no estar directamente inculpado, en 1917 se decidió removerlo del Comando Adriático para nombrar a un Almirante francés; Luigi Amedeo tomo esto como un insulto y renuncio a su comisión, solicitando que le sea permitido formar y liderar una unidad de tipo boina verde de Arditi para pelear en tierra.
El permiso le fue denegado y terminada la guerra en 1918 el Duque dejo Italia para establecerse en Somalia, entonces una colonia italiana, cuyas costas había visitado como joven teniente en la nave Volturno un cuarto de siglo antes.
Allí lejos de la ingratitud y los juegos de poder que le eran ajenos a su conducta intachable se dedico a un innovador proyecto de experimentación agrícola y de cooperación con poblaciones locales; a gusto con la población local llego a exclamar antes de su partida desde Nápoles el 7 de febrero de 1933:
«Prefiero que entorno a mi tumba se entretejan las fantasías de las damas somalíes antes que las hipocresías de los hombres civilizados»

Ahora sí, pasaremos al rostro femenino de la gran guerra con dos exponentes de esta Dinastía de dos ramos distintos pero igualmente hermanados por lo que pasaría a ser una tradición: la Cruz Roja Italiana.
Apenas un año despues de su inauguracion, la Escuela para Enfermeras Voluntarias de la Cruz Roja Italiana en Roma, recibe a una nueva aspirante Hélène d’Orléans, una elegante y alta señora llena de entusiasmo y dinamismo.

Italiana por matrimonio y francesa de origen, había nacido en suelo ingles, más precisamente en Twickenham en las cercanías de Londres, el 13 de junio de 1871, era hija de Luis Felipe, Conde de Paris y frecuentaba la corte inglesa siendo compañera de juegos del Príncipe de Gales y cortejada por el Duque de Clarence, unión que se vio imposibilitada por la excomunión que pesaría sobre ella en caso de una posible conversión al anglicanismo.

Ya Inspectora General de las Enfermeras Voluntarias en 1911, la duquesa participa en su primer misión en la nave-hospital Menfi que repatria a los soldados heridos y enfermos de Libia; posteriormente en 1915, en el marco de la Primera Guerra Mundial, Helena comienza a visitar pequeños y grandes hospitales en el frente.

Se empeña en primera persona dando prueba de coraje y resistencia junto a sus valiosas colaboradoras y se muestra bien dispuesta a protestar ante situaciones sanitarias no llevadas a cabo eficazmente; con su energía y severidad, no se deja intimidar por las reyertas del General al cual dirige sus reclamos, así mientras los soldados luchan contra el enemigo ella sin dejarse intimidar lucha contra la ineficacia de los que deben velar por esos soldados

Siempre cercana a los enfermos vence los protocolos con gran humanidad, verbigracia, en Venezia no duda en asistir a un joven moribundo estrechándolo entre sus brazos que en el delirio la toma por su madre y por su parte a sus subalternas a menudo las denomina ‘’figliole’’ (hijitas) o ‘’sorelle di carita’’ (hermanas de caridad) priorizando bondad y compasión sobre jerarquías, sustituyendo la denominación de ‘’damas’’ que se utilizaba en dicho cuerpo entonces.

Al estallar la Gran Guerra, la princesa interviene de inmediato con el marido, Emanuel Filiberto apodado ‘’el duque invicto’’ Comandante de la III Armada y con sus hijos de 17 y 15 años.
Siempre en primera línea, obtiene una medalla de plata al valor militar, dos cruces al Merito de Guerra, dos condecoraciones francesas, una inglesa y una medalla Florence Nightingale. Pese a haberse entregado con abnegación expresa ‘’nada podrá eliminar la visión monstruosa de la guerra’’.

La entonces princesa de Piemonte María José, la define inteligente, anticonformista, de mentalidad abierta al límite de la extravagancia y Gabriele D’Annunzio la celebra con versos de exaltación.

Ya durante la segunda guerra mundial sufriria la muerte en lejania de sus dos hijos, Amadeo apodado el ‘’duque de hierro’’, prisionero de los ingleses y Aimone en Buenos Aires en 1948 donde habia venido a probar suerte con un emprendimiento agricola.

Luego del referéndum del 2 de junio de 1946 que dio lugar a la forma republicana en Italia, Helena se resiste, quedándose en un hotel de Castellammare di Stabia, y cuando el Rey Humberto II se retira en exilio e impone dejar el suelo natal a toda la Familia, la Duquesa responde ‘’Majestad, me he convertido en italiana y me quedo en Italia’’.
He elegido esta anécdota que pertenece a la segunda guerra y no a la primera pero que refleja su espíritu valiente y enérgico:
En el palacio de Capodimonte donde vivía la Duquesa, cierto día un soldado alemán es fusilado y tirado por una ventana del palacio, según nos cuenta su nieto el príncipe Amadeo, poco después se presenta un coronel de las SS junto a sus hombres armados con ametralladoras y luego de alinear a todo el personal domestico contra un muro les pide denunciar al culpable. Helena baja de sus aposentos y dice al coronel: señor, en este palacio nada se hace sin que yo lo sepa. Por lo tanto soy la única responsable. Si tiene algo que decir o hacer es a mí a quien debe dirigirse’’. El oficial impresionado de su valentía desaparece con sus soldados y en Nápoles todavía hoy se recuerda este hecho.

Jelena Petrović Njegoš, a quien llamaremos por su versión eslava para no confundir, nació en Cettigne (Montenegro) el 8 de enero de 1873 era la sexta hija del Rey Nikola de Montenegro y de Milena Vukotić, esta ultima le inculcaría a sus hijas desde pequeñas la piedad hacia nuestros hermanos más necesitados.   Casó en 1896 con el entonces príncipe de Nápoles Víctor Emanuel de Saboya y algunos años después se convierte en Reina de Italia, con posterioridad también Reina de Albania y Emperatriz de Etiopia.
De carácter afable, sencilla y afectuosa, dueña de una notable percepción e intuición característica de los montenegrinos, como nos cuenta el Capitán Novello Commissario del Corpo Militare della Croce Rossa Italiana, en su historia novelada: ‘’Elena di Savoia, Angelo di Carità’’,  relato ganador del Premio Humberto II en la ciudad de Enna en 2019.

Amaba y cultivaba la poesía, publicando con frecuencia en la revista literaria rusa ‘’Nedelja’’ siendo también ella misma homenajeada por poetas de la talla de Rubén Darío quien le dedico la poesía ‘’Santa Elena de Montenegro’’ tal es el grado de respeto y afecto que su propio pueblo y otros más le profesaban, considerándola una santa mujer con su coherencia evangélica de vida la cual, no tengo dudas, eventualmente la llevara a los altares como ha sucedido con la Familia Romanov de la mano de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Por su parte el difunto Mons. Louis Boffet le dedicó una oración para su beatificación en el marco de la causa de canonización como ‘’Sierva de Dios Elena di Savoia’’ y el Cardenal Ugo Poletti asimismo se manifestó a favor de su fama de santidad.
En Jelena, convivía pacíficamente el rol de reina responsable con sus obligaciones en el arte de reinar, con el de madre devota, bien podríamos decir de ella que de este modo era madre por dos.
Esta dama todo terreno, genuinamente ‘’empoderada’’, siguiendo la terminología actual, administraba las cuentas del palacio, cambiaba los pañales de sus hijos, y le preparaba la comida a su esposo, lo hacía voluntariamente y con verdadero amor por la familia, célula elemental de la sociedad.
“Sonriendo, como lo más natural del mundo, me explicó que personalmente se hace el desayuno y vigila el de sus hijos“, manifestó Eulalia de Borbón, quien la visitó en Roma.
A las mujeres de Messina después del terremoto de 1908, refiriéndose a educar a sus hijos con total libertad en su propia casa les dijo: “Antes que nada, soy madre”.
Para la población mayoritaria que desconoce el día a día de los monarcas, cuyo poder reside más bien en el misterio y la fascinación, estas anécdotas podrían haber pasado como hechos aislados o rumores de no haber sido por su destacada labor humanitaria que comenzó justamente tras ese terremoto de 1908.
Aquí es cuando esta reina ‘’extranjera’’ comienza a ser considerada una italiana mas, a ser amada.    A las víctimas del terremoto las asistió con el máximo cuidado, pasando incluso horas lavando los cadáveres de los caídos, remendando ropa usada, y repartiendo alimentos a los pobres.
Estos primeros pasos en el socorrismo junto a su sobria personalidad y su espíritu maternal, la prepararon para vivir en primera persona la Gran Guerra convirtiendo el Palacio Real del Quirinale en un Hospital donde fueron asistidos más de dos mil seiscientos heridos y donde como Primera Inspectora de las Enfermeras Voluntarias de la Cruz Roja Italiana curaba a los soldados heridos.
En todos sus viajes su premura era visitar los hospitales, orfanatos y asilos, llegando a impartir a los segmentos menos preparados de la sociedad lecciones de ‘’economía domestica’’, esto no obstaculizaba su visita a los ambientes científicos, promoviendo investigaciones medicas; a ella se debe la difusión del método Raey el cual obtuvo importantes resultados en el ralentizamiento de los daños provocados por la encefalitis letárgica, patología hasta el momento incurable.
En paralelo, su vida familiar transcurría serena con su marido y sus cinco hijos Jolanda, Mafalda, Humberto, Giovanna y María.
La localidad de Alta Valle del Tevere a las 1136 hs del 26 de abril de 1917 era devastada por un violento terremoto que provocó ingentes víctimas y daños, allí la Reina Jelena se dirigió con rapidez para visitar los pueblos golpeados por la tragedia y llevando en persona el socorro. Ya en Roma nuevamente donó la suma de 20.000 liras para los damnificados y una gran cantidad de mantas; no sería la última vez que asistiría a los resultados de un terremoto ya que con posterioridad en 1920 el terremoto de la Garfagnana la llevo a asistir a las familias que quedaron sin hogar destinándoles diecisiete alojamientos.

Los últimos años de Jelena se vieron teñidos de tragedia: su hija la princesa Mafalda fue deportada a un campo de concentración en Buchenwald donde murió, apenas dos años después su esposo abdica en su hijo Humberto II quien apenas reina por treinta y tres días, ya en el exilio acompañando a su marido enferma de cáncer, habiendo sido ella misma desde 1927 Patrona de la Liga italiana para la lucha contra el cáncer. En 1947 afronta la pérdida de su esposo para luego verse internada en una clínica de Montpellier donde muere el 28 de noviembre de 1952.
Ya en 1937 el Papa Pio XI como reconocimiento por su empeño evangélico le hizo entrega de la Rosa de Oro de la Cristiandad, máximo reconocimiento otorgado por la Iglesia en este campo, y a su muerte en 1952 el Papa Pio XII la definió ‘‘Señora de la Caridad’’. Así se pronuncio L’Osservatore Romano en 1968: ‘’Ninguna soberana en los últimos siglos, puede confrontarse por autentico espíritu de caridad, por aquella caridad a la cual se atiende con el corazón, y que no es pompa mundana o interés privado’’.
La Reina fue sepultada según su explicito pedido en una tumba común del cementerio de Saint- Lazar en Montpellier y sus restos fueron repatriados el 15 de diciembre de 2017; trasladados al Santuario de Vicoforte en Mondovì, Cuneo, descansando en la Capilla de San Bernardo junto al marido Víctor Manuel, repatriado de Alessandria, Egipto.
La memoria de esta soberana, con su gran humanidad y constante entusiasmo por llevar alivio a los más desafortunados, recibe así una justa reparación.
A modo de corolario.
La naturaleza de la guerra y la paz fue definida por Von Clausewitz al afirmar que «La guerra es la continuación de la política por otros medios», la paz y la guerra se alterna en mismo ser humano constantemente, la guerra siempre existirá pero con humildad, la perfección aunque no se la pueda lograr, siempre es la meta.
La guerra muestra muchos rostros, el del amor maternal de estas mujeres para con el prójimo, la compasión que habita en todos nosotros y el heroísmo de esos soldados que han luchado por amor a quienes dejaban atrás y no por odio a su enemigo.
Hoy el pueblo puede ser protegido de un modo más pacífico, preservando su milenaria historia, englobando la pluralidad de identidades europeas con unión verdadera y con orgullo, sin culpas por el pasado y aprendiendo de los errores.
Respetando sus tradiciones, haciendo las paces con el pasado y su memoria histórica, haciendo que estas muertes valgan la pena, uniendo y no dividiendo, y respetando las autonomías locales, tal vez veremos algún día una Europa Federada o Confederada bajo valores eternos.
Podemos lograrlo, la persona humana tiene en su centro mas intimo una luminosidad que le fue otorgada, hemos tenido y tenemos santos y héroes, construido catedrales, creado el renacimiento, descubierto América y viajado a la luna.
Un dicho dice ‘’cuando hay tinieblas o se maldice a la oscuridad o se enciende una vela’’, espero que hoy alguna velita se haya encendido.
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